Yo no soy quién
para juzgar
pero no quiero escuchar
porque no olvido
y en cada latido
me desangro
por el simple motivo
de aquellas palabras
que sentencian un momento,
sentimientos nobles
suspiran desencuentros
y vuelvo a morir
al recordar
y vuelvo a pagar el precio
del silencio
que me habla al oído
enloqueciendo,
respeto a los necios,
a los cobardes,
a los amables consentidos
y vomito mi cara
frente a un espejo
delineando mi rostro
enmudeciendo
para aquellos que están
ausentes
en mi presencia.
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