Abrasé tus noches
y no tus despertares,
hablando en la madrugada
con la soledad,
el frío de la mañana
anunciaba la verdad,
fugitiva del alba
prisionera de un pasado
sin final,
sentenciabas las horas
al comenzar.
Abrasé tus noches
y no tus despertares,
arriesgándolo todo
sabiendo que iba a perder,
y cuando el sol se ocultaba
llorando un atardecer,
miraba a las estrellas
y te pedía volver.
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